Home 7 - Amigos eran los amigos
 

 

-Por ningún motivo deben tocar a los condenados –nos dijo el Carcelero. Estábamos en las mazmorras de los amigos condenados; un oscuro lugar donde albergan a aquellas personas que alguna vez supieron ser nuestros amigos y que por distintas razones, ya no lo son.

-No pensamos hacerlo- tranquilizamos al carcelero.

-¿Entonces porque vinieron?, no tiene sentido –se encogió de hombros-. Igual, no los toquen.

-Estamos buscando el sentido –murmuramos.

-Lo importante de no tocar a los condenados –nos explicó el Científico loco que había ido con nosotros-, es que este lugar no se encuentra en espacio alguno, sino en el tiempo mismo como pasado presente y futuro. No existe una ubicación geográfica que albergue estas mazmorras.

-De tocar a algunos de los condenados, vaya a saber que maldición, conjuro o catástrofe provocaría –explicó el Brujo, tanto él como el Científico loco, habían ayudado en este viaje que hacíamos a las Mazmorras de los amigos condenados. Se necesito un poco de magia y de ciencia para llegar a ese lugar.

Un lugar donde se guardan, se esconden y se olvidan a las personas que dijeron ser nuestros amigos. Aquellas que la vida nos separó; por traición, por descuido, por discrepancias de caminos, elixires, y comportamientos errados.

 A veces la vida nos va alejando sin explicación. Ya no nos gustan las mísmas películas, las mismas esquinas, las mismas mujeres, o las mujeres nos alejan de ellos.

-Mira quien esta ahí -dijimos-. No sabía que él también.

-No se asusten si también se encuentran ustedes mismos muchachos –nos aclaró el Brujo-. Este lugar es peligroso en subjetividades.

De repente se escucharon unos atroces y furiosos gritos, más allá del pasillo rocoso y húmedo, muy al fondo.

-¿Qué es eso? –preguntamos.

-Allí al fondo, están los rencorosos –nos advirtió el Carcelero.

Es increíble, pero cierto. Mientras cometemos la prudencia de olvidar y dejar en paz. Hay personas por allí que nos odian, que pierden su tiempo en odiarnos o desearnos el mal. Hace poco descubrimos, que los Dioses, no castigan a esas personas que nos hacen daño, sino que nos favorecen en doble brindis; y que eso perjudica mucho mas a los que se declaran enemigos. Enemigos nuestros porque piensan distinto, porque sienten que les fallamos, porqué vaya uno a saber que les pasó.

-No se si extraño lo que hicimos juntos junto a ellos, o lo qué no –dijo NES señalando a un par que ya no visitaba hace años.

-A veces extrañamos las dos cosas –aclaró MAV-. El problema es que tienen un pedazo de nuestras vidas. ¿Cierto?.

-De Secretos –corrigió el Brujo -. Tendríamos que haber traído al Oráculo con nosotros.

-¡Hey! ¡Ustedes dos! –gritó una voz desde detrás de unas rejas- ¿No sé acuerdan de mí?

-A veces sí –dimos vuelta y caminamos por los pasillos sin volver las espaldas.

 

 

-¿Pudieron encontrar lo que buscaban? –nos preguntó el Oráculo tres horas después mientras tomábamos algo sentados en el cordón.

-Ciertamente –asentimos-. Pero hay cierta información que no estamos autorizados a brindar.

-Soy el Oráculo –sonrió-. Igual la sé.

-Estoy harto de las cadenas de mail, de mensajes de textos en fechas especiales con promociones estúpidas para consumir, de la canción de los Enanitos Verdes, de las canciones lentas y tristes para festejar, de fingirme borracho porque estamos entre muchos –gritaba el Escéptico con todos los pulmones a los autos que pasaban y la gente que caminaba por la vereda del frente-. Estoy Harto de saludar en el día del amigo a los amigos olvidados. ¡NO CREO EN NADA DE ESO!, ¡BASTAAAAAAAAA!

-¿Entonces en qué crees?

-Solo en ustedes queridos amigos míos –contestó con la más absoluta tranquilidad-. Pero ni siquiera ustedes necesitan que se los diga. Ya lo sabemos todos.

-¿Brindamos entonces?

-Hoy no hace falta, Mañana –dijo el Oráculo.

 

-¿Pudieron encontrar lo que buscaban? –nos preguntó el Oráculo tres horas después mientras tomábamos algo sentados en el cordón.

-Ciertamente –asentimos-. Pero hay cierta información que no estamos autorizados a brindar.

-Soy el Oráculo –sonrió-. Igual la sé.

-Estoy harto de las cadenas de mail, de mensajes de textos en fechas especiales con promociones estúpidas para consumir, de la canción de los Enanitos Verdes, de las canciones lentas y tristes para festejar, de fingirme borracho porque estamos entre muchos –gritaba el Escéptico con todos los pulmones a los autos que pasaban y la gente que caminaba por la vereda del frente-. Estoy Harto de saludar en el día del amigo a los amigos olvidados. ¡NO CREO EN NADA DE ESO!, ¡BASTAAAAAAAAA!

-¿Entonces en qué crees?

-Solo en ustedes queridos amigos míos –contestó con la más absoluta tranquilidad-. Pero ni siquiera ustedes necesitan que se los diga. Ya lo sabemos todos.

-¿Brindamos entonces?

-Hoy no hace falta, Mañana –dijo el Oráculo.

 
 
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