Sexta Crónica: Populares
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La buena noticia de esta crónica, es que la vamos a hacer corta; la mala, es que cometimos la imprudencia de tomar como corresponsal a Don Cándido de la Posada Roja, noble caballero de extirpe medieval de un tiempo perdido. Vestido con su armadura oxidada y chirriante, su entusiasmo nos dio la confianza para permitirle ser el cronista de la noche. Pero el pobre quedo espantado y su informe creemos carece de sentido. Ponemos de igual forma a vuestro noble juicio las letras locas de nuestro amigo.
El principio de la noche es el mismo de siempre.
· Mucha gente, porque el clima ayudaba.
· Circunvalación de autos con música fuerte.
· Peregrinación a los centros nocturnos.
· Bares llenos y luego con resabios de feligreses no adictos al tumulto.
Llego el turno de Don Cándido que encaró sin miedo y mucha valentía hacia la puerta del establecimiento.
Relato de Don Cándido de la Posada Roja, noble caballero de extirpe medieval de un tiempo perdido:
Con nuestras hermosas cotas de mallas, salimos a conquistar dulcineas indefensas y resguardarlas de cualquier peligro, como ser dragones, babosos o el frío del invierno. En quien se presenta como Don Cándido de la Posada Roja, noble caballero de extirpe medieval de un tiempo perdido, hubo de recaer la responsabilidad de la documentación para los anales de la pagina www.debrazoscruzados.es.tl, en seguida y entrando en mi relato, percibimos a quien oficiaba de alguacil del lugar de TOSTADAS que elegía impunemente a dedo los que tenían por privilegio de entrar, y a los demás les exigía unas monedas, pocos peniques, para ingresar. Sin esa placa de alguacil, vuestro querido señor, eres tan Gil como cuando la portas con excesivo orgullo.
Déjenme narradle los hechos acontecidos dentro de esa taberna de mala muerte donde los parroquianos de nobles costumbres se entregan a la lujuria, junto con algunos paganos, prostitutas, proscritos y estafadores. Enumeraré entonces los hechos para que el lector noble preste atención y sus propias conclusiones encuentre en su alma inclemente.
1. Lo primero que hube de ver, fue justamente que no vi nada. La escasez de luz ambiental y candelabros, hacia de la visión una tarea sumamente complicada. Había cristales de colores que desprendía una tenue luminiscencia. Uno tomaba aquella prodigiosa magia para intentar destacar formas, sombras y rostros. ¡Por las Barbas de San Peperino Pomoro! ¿Cómo pueden los caballeros encontrar a su dama?, se han de crear muchas confusiones con semejante oscuridad, el diablo tergiversa las formas de horrendas señoritas como sensuales damiselas.
2. Los parroquianos se entregaban a sus jarras de cervezas con júbilo y ensayaban atrevidos, a veces eróticos, bailes; muchas veces ridículos. Inclusive los grupos de hombres no parecían importunarles estas actitudes. Algunas risitas de bellas doncellas me sacaron de mis reflexiones “parecen putos” dijo una. Asombrado por el vocabulario de estas niñas volví a mis reflexiones.
3. ¡Caramba!. Si el Rey tuviera noticias de esto, tal vez trasladaría su corte allí mismo. Era incontable la cantidad de voluptuosas mujeres sin prejuicios. Esas señoras de anchas caderas cinturas y pechos despertaban una sensualidad envidiable, se pavoneaban por el recinto sin prejuicios de otros lares.
4. Y encantadoras damitas se multiplicaban en números de siete veces siete de siete veces siete. Me sentí como un gigante, enamorado por cierto, con tantas alrededor moviéndose de aquí para allá. Escuché blasfemar a un pagano, que por cierto casi le guardo mi espada en su vientre por tal injurio al genero femenino, decir “Esto esta lleno de gordas y petisas”. ¡Qué habrás visto tu puñetera cara!, ¡Proscripto!.
5. Válgame nuestro señor de los cielos, la música, vale decir en mejor lugar, el ruido que salía de las enormes cajas ubicadas por todo el recinto. Eran notas antiguas en década y repetitivas con golpecitos que o hacían más que blasfemar sobre la pureza femenina. Por no mencionar los golpes de sonidos fantasmales y de ultratumba, si vale aclarar con justicia, haber escuchado, quien les narra, algunas piezas de estilo allegro y en nuestra lengua.
Nota de la Web: ese debe haber sido el momento donde recibimos un mensaje de texto de un amigo que nos avisó, “Che aka tán pasando mucha cumbia y algo de electrónica y unos nacionales, entren”.
Nota de la Web, sobre nota de la Web: No entramos.
6. Y quien dedicaba sus esfuerzos a mantener la música, en cada momento se presentaba con su gracia y reiteraba “¡Dale!, ¡Dale!” en cada invitación lujuriosa a los parroquianos. Estaba loco, solo un loco puede hablarle a la taberna como si ella estuviera entregada a la melodía y nos los presentes.
7. Y si el hombre se ha encargado de inventar cuanto artilugio ha podido para su confort, ya lo creo que aquel loquillo de Leonardo de la ciudad de Vinci en el valle del Arno, de la Florencia renacentista hubierase envidiado de semejante invento. Estos malditos teléfonos celulares. Que todo el mundo presente estaba dedicándole su atención a cada instante, y que incluso se comunicaban entre sí en la misma taberna avisando su posición.
8. No Hablar, querida Reina, si usted viera a los parroquianos entregados a la lujuria besándose y manoseándose sin pudor. Usted no lo quisiera ni pensar. Inclusive a la salida en el termino de la madrugada, en veredas y puertas. Nos cruzamos también con asombro, la vision de las extremidades de una muchacha, ya que el cuerpo del pagano la recubría por completo. Solo se distinguía, una par de piernas a los costados de esta bestia. ¡Suéltala pecador!
Algo mas inquietante, absortos a todos los movimientos, los parroquianos, la música, quietos y en penumbras, vi a dos sujetos quizás de una estirpe del mas allá de estas tierras, cruzados de brazos como unos guerreros Einherjar; estaban allí sin más, sonriendo secretos que solo ellos conocen.
Eran ustedes, malditos embusteros Maestros de la Web. Que elixir hube de ingerir para confundirlos con los hijos de Odín, más bien el fuego de Loki el tramposo alimenta sus pasiones. ¡Renuncio!
Otra Nota de la Web: en ese momento Don Cándido nos reconoció y Hecho como Humo Hacia nosotros con toda su Humanidad, Hasta quedar como Helado por el alcoHol y las Hierbas que inHalo e ingirió, mudo como una H.
-Me Han Humillado Hembusteros –dijo furioso.
-Embustero no va con H –aclaramos.
-Es para seguir la métrica –contestó- ¡Y Renuncio!
Nos retiramos detrás de él, persiguiéndolo y pidiéndole disculpas.
-¿Quiénes son estos pelmazos?, ¿hombres del Rey?.
-No los de Transito de Municipalidad.
Mas adelante en su vereda y con la guitarra sobre sus piernas, un reconocido músico posadeño improvisaba acordes al paso de las mujeres borrachas conducidas por perversos patrañeros que persiguen el fin supremo del sexo banal. Saludamos al Rockstar y amablemente él también a nosotros.
-¿Quién es ese juglar? –preguntó Don Cándido de la Posada Roja, noble caballero de extirpe medieval de un tiempo perdido, justo en el momento que un peatón desagradecido comentó “Mira Pomelo sentado en la puerta” por el músico.
-Malditos hombres –seguía Cándido enfadado-, ni en las peores lunas de la constelación de Tauro viví una noche infernal como esta. Su armadura relinchaba por la oxidación y todos dabanse vueltas a mirar a nuestro amigo.
-¡Pero por las barbas de Mefistófeles!, ¿Qué es esa luz en el cielo?, una nave extraña a la tierra.
-Un avión Don Cándido. Vaya a saber adonde irán –le explicamos.
-¿Mefistófeles tiene barba? –preguntó uno de nosotros.
¡Valquirias!, ¡Qué lejos estuvieron este fin de semana!.